viernes, 22 de enero de 2010

LA SUPERVIVENCIA DEL MÁS GENEROSO



Hace muchos años un buen hombre llamado Darwin junto con un montón de colegas y amigos construyó una teoría que revolucionó el mundo. Inocentemente Charles tituló a su libro, el cual llevaba más de 15 años preparando “El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas preferidas en la lucha por la vida”. Posteriormente realizó seis revisiones de la obra y en la última decidió reducir el título a tal y como lo conocemos ahora “El origen de las especies”. No tardó en darse cuenta de que en su bonita y honesta teoría algunos encontraban la justificación “científica” para comenzar una carrera a la destrucción que nos posiciona en la crítica situación actual. Podemos poner nombres; Herber Spencer o William Summer pervirtieron los textos de Darwin para inventar el Darwinismo social, que es en realidad lo que la mayoría conocemos de Darwin, la extrapolación de las teorías naturales a los sistemas artificiales de mercado, un verdadero Non sense. La competencia como motor de la evolución, el éxito de las razas y seres superiores, la eliminación de aquellos seres defectuosos por parte de la naturaleza, en definitiva LA SUPERIORIDAD DEL MÁS FUERTE, LA SUPERVIVENCIA DE LOS MÁS APTOS son disparates que no se le pueden atribuir al buen Darwin, que era un pedazo de pan y un enfermo crónico, por lo que según las erróneas interpretaciones de sus teorías, hacían de él el perfecto LOOSER, desecho genético.
Humanos de dudosa integridad moral e incluso como tratare de engarzar en esta reflexión personajes involutivos como los Rockefeller o los Carnegie abrazaron la selección natural como justificación de la libre competencia y dogmatizaron el individualismo por el cual el INDIVIDUO no debe tener restricciones de ningún tipo, menos aún del Estado, para competir por lo que desea. Desastrosa estafa la de estos tipos y pésima gestión de la verdad por parte de una aborregada sociedad vendida a ese mugroso ideal.
He pasado miles de horas observando y filmando la naturaleza, las imágenes están ahí y sólo haciendo un enorme esfuerzo puedo recordar aquellas en las que fui testigo de violencia, de competencia mal entendida. Incluso la depredación es en la mayoría de los animales un evento efímero y misterioso. Yo no muestro depredaciones porque casi no las he visto. La mayoría de las que ven en la tele, quitando las de las sabanas africanas, están montadas, preparadas, se trabaja con actores, uno de ellos hará de victima involuntaria ya que no se le dará opción a salirse del cuadro de enfoque de la cámara. En mi experiencia, en la de muchísimas personas, en la de pensadores como Samuel Butler, Kropotkin, Allee, Ashley Montagu y en la actualidad investigadores como Dacher Klainer, vemos con claridad que si fuimos exitosos como especie fue precisamente por nuestro altruismo y por nuestra elevada conciencia del colectivo. El ser humano así como el resto de las especies no estamos diseñados para ser egoístas sino todo lo contrario.
Estudios recientes demuestran que quienes obtienen mayor grado de aceptación social en un colectivo son aquellas personas que demuestran mayor generosidad. Además por ende estas personas tienden a ser más ayudadas por el grupo. En los primates y en animales sociales se ha citado en numerosas ocasiones circunstancias similares, de hecho se reconoce que la lideresa o líder de una comunidad o unidad social suele ser un individuo que mantiene la paz en el grupo, puesto que si algo es una ley en la naturaleza es que “cualquier ser huye del dolor y busca el placer” y traducido para los pervertidos excesivamente por el marketing de los malos “cualquier ser huye del estrés y busca la calma” y esa calma no se haya en el conflicto de intereses sino en la cooperación, no se encuentra en la violencia sino en la paz. Muchos creemos que esa es en realidad la base evolutiva de nuestras creencias morales, éticas y espirituales.
Dicen que los primeros vestigios de violencia entre colectivos humanos se encuentran en poblaciones amuralladas que datan de unos 8000 años antes de Cristo, si el Homo sapiens existe desde pongamos unos 250 mil años, entonces podemos suponer que hasta ese momento de confrontaciones el hombre y la mujer vivieron la Edad de Oro de la humanidad, a partir de entonces comenzó la degradación.
Si algo me genera esperanza es que seamos conscientes de que nuestro éxito como especie no fue la competencia ni el gen egoísta, sino que somos maravillosos y diferentes al resto de los seres vivos por ser la especie más afectuosa y compasiva de la tierra.
Tal vez sea importante compartir esta visión con las nuevas generaciones de lo contrario “los malos” seguirán haciéndonos creer que el prójimo es el enemigo, que lo diferente perturba, que primero soy YO. No hay justificación ni científica ni moral para ser egoísta y aquel que así se comporta va camino de la involución y ni siquiera lo sabe.

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