viernes, 9 de septiembre de 2011

LAS BASES EVOLUTIVAS DE LOS CELOS EN LOS MACHOS HUMANOS



Cuando identificamos el origen de un problema, definamos problema como: una alteración del pensamiento que no halla respuestas satisfactorias ante la necesidad de comprender una situación o un comportamiento, el conocimiento de su génesis parece calmar, en parte, ese desasosiego interno que rompe la armonía de quienes o quien lo padece.
La etología (estudio del comportamiento) y específicamente la primatología ofrecen la posibilidad de explorar regresivamente algunas de las conductas que forman parte de la condición humana. De entre las cuestiones que suelen presentarse en las pláticas de sobremesa una de las más comunes son LOS CELOSSSSSSSSSS (imaginen la voz de la hora Chanante).

Para los machos de cualquier especie de animal y hablamos de millones de ellas, la cuestión vital y trascendente es la de eternizar su pool genético. Para ello, además de encontrar la o las parejas que acepten esta oferta, uno de los graves problemas con los que se enfrenta un macho es lo que conocemos como “la certeza paterna”. Es decir, que con aquella hembra con la que hemos copulado quede preñada de nuestro paquete patrimonial, no de otro. Más aún en el caso en el que los padres invierten en la crianza y protección de las crías como los humanos.
Existen variadas estrategias aplicadas por los machos para tratar de conseguir la certeza paterna: el secuestro,  la vigilancia activa o la presión moral o psicológica en el caso humano. De cualquier manera en un 14% de los nacimientos en hospitales la criatura no pertenece al señor que espera y cada vez conocemos más casos entre los animales de cópulas extra jerárquicas, es decir hembras que son receptivas a machos no dominantes en la comunidad,  escarceos estos arriesgados por lo que se producen siempre en secreto.
En este sentido, los datos sobre la infidelidad en hombres y mujeres se han equiparado en los últimos 20 años. Una reciente investigación del Journal of Couple and Relationship Therapy asegura que entre un 45 y un 55% de las mujeres casadas son infieles. Para la sexóloga Janis Springs, autora de “After the affaire”, la infidelidad afecta a casi un tercio de las parejas. En promedio, las estadísticas de infidelidad aseguran que el 60% de los hombres son infieles, y que el 47% de mujeres les sigue los pasos. Vamos que aplicando un poco de estadística resulta que en el 80% de los matrimonios uno de sus miembros tiene una aventura. ¡Toma castaña!
Genera cierta confusión leer esta información; para los que hemos sido engañados de alguna manera supone un consuelo, para los que aún no se han enterado un motivo más para estar inquieto. Jajajajajaja. 
Concluyendo, en el caso de los machos, los celos, son por lo tanto, un atávico residuo de nuestras necesidades adaptativas y evolutivas. Que luego este bagaje lo convirtamos en una patología incluso en un delito es cuestión de la perversión de la mente humana que no es capaz de asumir la falta de control y la realidad de nuestra sexualidad.
Pero conviene saber a las hembras que a  la hora de seleccionar pareja reproductiva, para los machos de la especie humana, la fidelidad es una de las cuatro características básicas. Primera; Aspecto físico. Segunda; Familiaridad. Tercero; Fidelidad. Cuarto; Estatus social. (Gil-Burman 2000). 
Así que amigas, si entre vuestros comportamientos uno de ellos es la promiscuidad se me ocurren dos opciones a la hora de consolidar su pareja reproductiva. Primera; Oculten a su candidato la inclinación y no les dejen leer sobre este artículo. Segunda; No descansen hasta encontrar a ese hombre maravilloso que las ame por encima de cualquier cosa (que haberlos haylos). 
Para nosotros un detalle: cada día se nos parecen más, vamos hacia la igualdad. 
Para todos en general: debemos de dejar de sentirnos humillados por una infidelidad, perdonarnos y aceptar que a Peter Pan le encontraron hace ya varios años despellejado en un suburbio y que los Panchos eran una banda narcosatánicos. Abajo el romanticismo y viva la libertad sexual, el cuerpo es para disfrutarlo y no se me ocurre ninguna otra forma más que el sexo, bueno se puede aprender a tocar un instrumento o hacer deporte o caminar por el monte o practicar yoga,  tal vez haya algo más pero…
Como un último comentario personal, me alegro de ser soltero y mi número de teléfono es …
 

martes, 6 de septiembre de 2011

CAPITALISMO ESPIRITUAL



La exaltación del YO se ha convertido en el eje doctrinal de los nuevos movimientos espirituales. Entre los anaqueles de estos evangelios apócrifos con un extraño aroma a manual de Autoayuda escojo tres frases; YO soy la luz; primero he de estar bien YO; YO soy el creador de lo que me rodea. No dejan de tener razón las aseveraciones dogmáticas del YO, evidentemente sin YO, sin MI existencia el juego ni siquiera comienza. Pero no nos asustemos, YO va a estar siempre si vives, nadie te lo va a poder quitar, es intrínseco a uno, es inseparable. Es evidente que has de estar óptimo para poder evolucionar, pero, y sólo por indagar en el maquiavelismo conspiranoíco, ¿no les suena un poco sospechoso tanto YO? Porque del YO se transita con singular facilidad al MÍ, un pronombre personal o a Mi un pronombre posesivo. Mi luz interior, mi felicidad, mi mundo, a mí, para mí, a mí entender. MÍO de Mí. Mi coche, mi mujer, mis hijos, mi casa, mi Ipod. Sospecho que cuanto más nos hacen creer en el individualismo más nos disgregan, que cuando infunden nuestro egoísmo nos disuelven y que cuando al próximo lo alejamos nos neutralizan. Nos hacen creer que somos dueños de cosas mientras se quedan con nuestras vidas, dispersas, solitarias, enfrentada. No hay voluntad colectiva, no somos nadie. Quizá no fuese inoportuno hablar eventualmente de NOSOTROS, tiene más letras. Suena lógica la idea de que si hemos llegado a ser algo en la historia de la vida ha sido gracias a NOSOTROS, que nadie estuvo nunca solo, que nadie se alimentó exclusivamente de su YO. Quizá alguien nos ayude a comprender que siendo TODOS estaremos realmente completos y tal vez sea así más fácil saber quiénes somos cada uno de nosotros. Quizá ese YO tenga entonces más sentido y encuentre la luz al sentirse acompañado.