martes, 16 de agosto de 2011

"ÁNGELES Y PRIMATES" (Relatos bastante Breves III)

DESPERTARES

Con la disciplina de un monje, Drazan Kurbich se sentaba en su escritorio antes que amaneciese. Tomaba una hoja y comenzaba a escribir.
"Anoche soñé contigo de nuevo, mi vida.
Hoy caminaremos hasta la laguna Quingai. Te gustaría verla. Hay personas que creen que es un mar. La colecta de especies va mejor de lo que esperaba y con suerte a finales de mes regresaré a casa. La herida del costado, aquella que te conté me hice con una rama, ya casi no la siento, espero no te disguste otra cicatríz. Amada mia pienso que cada día que pasa estoy más cerca de tus brazos, bien sabes que es lo que más anhelo en el mundo.
Tuyo por y desde siempre,
Drazan".

Dobló meticulosamente la carta y la metió en un sobre, en él también colocó la hoja de un árbol. En la parte inferior derecha del sobre escribió un minúsculo "2555". Abrió un preciso cofre de metal y la colocó encima de otras tantas.

Drazan soñaba con la expresión que ella pondría al ver la montaña de cartas y cuando supiese cómo desde hacía siete años sin excepción la había estado soñando, esperando, fiel y persistente como un roble. Soñaba con verla en la cama nadando sobre las letras y que con cada hoja harían un mural en el techo de su habitación. Soñaba que ella le decía "¡Estás loco, pero cuánto te amo!".


Con profunda admiración Alexandro.

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